sábado, 20 de noviembre de 2010

De Idiomas

Como colombianos sabemos muy bien la gran influencia que tenemos de los norteamericanos angloparlantes lo que ha generado un cambio en nuestra cultura que ha hecho que nos sintamos obligados a pronunciar palabras en inglés de la mejor manera posible, incluso a veces sin saber lo que significan, por miedo a quedar en ridículo. A pesar de haber escuchado algunas veces que eso es una manera de mostrar inferioridad y mirarlos hacia arriba, a mí por el contrario siempre me ha parecido que es una excelente manera de abrirnos un poco a la posibilidad de que algún día todos los colombianos seamos bilingües, de que se nos faciliten las cosas con el lenguaje que más puertas abre en el mundo.
Como muchos padres, los míos se esforzaron porque aprendiera ingles desde muy pequeña y gracias a todos sus esfuerzos es una tarea superada, indispensable para mí siendo tan importante este idioma en el área de tecnología que es donde yo trabajo.
Pues bien, de un momento a otro aterrizo en Europa, en donde se puede pasar de un país a otro con idiomas diferentes con una facilidad increíble, de italiano a francés, de ahí a alemán, luego a holandés, después danés, inglés, noruego, fines, sueco…., así que pienso que es extraordinaria la facilidad que tienen acá para aprender idiomas, que todos deben hablar perfectamente mínimo dos. Estando en Bélgica y en Alemania, en donde desde el señor que conduce el bus hasta el rector de una universidad y el presidente hablan tres idiomas perfectamente, iba confirmando mi teoría…. Hasta que llegue a España…
Lo primero que me chocó fue el cine, en donde absolutamente todas las películas están dobladas en un castellano difícil de entender que para mí casi nunca transmite lo mismo que quería decir el guión en el idioma original. Es desconcertante escuchar a Bruce Willis gritando “Joder” o a Angelina Jolie diciendo “Ostras, tío!”, simplemente no puedo con ello.
Conseguir ver una película en idioma original subtitulada como en los tiempos de mi adolescencia implica ir al centro de Madrid a una sala de cines fea, vieja, casi vacía y por el mismo precio (o más) de las mejores salas de cine de la ciudad, así que no mucha gente se pasa por allá.
Después tuve un encontronazo con las palabras que normalmente intentamos pronunciar en inglés y que acá simplemente las leen como las escriben, así que la primera vez que escuche a alguien decir wifi (güifi), U2 (u dos), Oracle y especialmente iceberg (énfasis en la C española) sentí presión en el pecho.
Alguna vez una amiga dominicana cuyo país está también bastante influenciado por el inglés, me dijo que si nos quedábamos mucho tiempo acá estaríamos en alto riesgo de perder nuestro inglés e incluso nuestro lindo español y nos sugirió salir de España en un tiempo prudencial. Contemplamos seriamente la idea de huir a Alemania…

lunes, 15 de noviembre de 2010

Volver a Colombia algún día?

Hace un par de semanas salía de la oficina al medio día hacia un restaurante a almorzar cuando recibí una llamada de Colombia: era mi papá. Luego de unos 5 minutos de hablar y de contarle donde estaba y hacia donde iba, me pregunto angustiado si era seguro hablar por celular ahí, si no me arriesgaba a que me lo robaran por hablar por la calle. La pregunta me dejo un poco impresionada, pues desde hace unos años ni se me habría ocurrido que eso pudiera pasar, así que le contesté que no que lo peor que podía pasar (con algunas contadas y extrañas excepciones) era que en el centro metieran la mano en el bolso o en la chaqueta y me robaran algo, pero nunca así, ni mucho menos atracar con violencia.
Un par de días después tuvimos una reunión en casa con unos amigos colombianos que llevan poco más de un año en Madrid y deben regresar a Colombia el próximo octubre, con quienes hablamos del mismo tema y de las incómodas y peligrosas situaciones que suceden especialmente en Bogotá. Recordábamos atracos vividos por nosotros o nuestros hermanos en el norte, en el centro, en salitre, con cuchillo, con golpes, con escopolamina… Nos angustiaba pensar en tener que vivir esa situación de nuevo, en pensar que cuando nuestros hijos nazcan, crezcan y quieran salir de fiesta o incluso solo a estudiar, estaremos mortificados en casa esperando que no les pase nada, un día tras otro.
A pesar de extrañar mucho nuestras familias, el ambiente, la gente amable y linda de nuestra tierra y de no estar del todo a gusto en España por los mil desplantes que muchas veces nos hacen por venir de afuera, damos gracias por poder volver caminando a nuestra casa a las 4 de la mañana sin la preocupación de que algo pueda pasarnos, pues el terrorismo no son solo las bombas, sino el miedo que no nos permite vivir plenamente felices. Definitivamente la seguridad no tiene precio.